Siempre la veía sentada en el cafetín, con las piernas relajadas, no me animaba a hablarle, era demasiado bonita, podía pasarme una vida viéndola, contar cuántas veces se ríe, como desvía la mirada, cómo respira y cómo se movía su cabello cuando lo soltaba para amarrarlo de nuevo.
Un día, no me explico cuál fue el motivo, conversamos, no se de qué o qué, pero era agradable, en ese momento sentí unas ganas terribles de besarla, hasta ahora las siento.
Siempre le echaba un ojo, era como si fuera un niño, ella es distinta a todas las flacas que me han gustado, tal vez era algo mas romántico, tal vez por mi cabello desordenado o tal vez por su sonrisa, esa sonrisa que me hace pensar cada vez, que es muy dificil para mí, tratar de acercarme a ella, decidirme e invitarla a salir.
A veces las miradas se cruzan, no puedo evitar mirarla a los ojos, son tan grandes, son tan marrones, cálidos, transmiten una paz intranquila y una intranquilidad aún más inquietante que cualquier chisme de viejas aguantadas. Son tan frios, que pueden quemar todo el floro que hayas podido estudiar, para gileartela. Es demasiado raro, es callada pero es preciosa.
No sé exactamente desde cuando me empezó a gustar, tal vez sea desde ese dia que la ví en la peluquería, tal vez sea que por curioso, me cagué. Pero no aguanté las ganas de mirarla de reojo ¡mierda! Que bonita estaba, si hubiera tenido un cigarro en ese momento, a lo mejor se me habría caído.
Mientras me amoldaba todo comenzó a girar.